17/2/22

Orgullo, prejuicio y bolsas

En la librería en la que trabajo se cobran las bolsas. Es así. Diez céntimos las de papel, cuarenta las de una suerte de tela puchurría. Qué quieres que le haga, yo no pongo las normas. Se supone que es por una cuestión de sostenibilidad, aunque a mí me da la sensación de que lo único que ayuda a sostener es la cuenta bancaria de los propietarios. En cualquier caso, es habitual que un cliente llegue a caja con su libro y te pregunte, con un grado de amabilidad que oscila entre mucho y menos tres, si se lo puedes poner para regalo. Le dices que sí. Pasas el libro por el lector de códigos de barras, suena un BIP y le preguntas si quiere bolsa, porque, si la quiere, hay que marcarla en la caja también. Entonces cortocircuita. Pero, pero, pero... Puedes notar los engranajes de su cerebro poniéndose en movimiento con un sonido como el de los goznes oxidados del portón de un viejo castillo que lleva décadas, siglos, sin abrirse. ¿No lo envuelves para regalo? Justo detrás de mí, un mostrador con cuatro rollos enormes de papel de regalo de diferentes colores, varias tijeras y dos carretes de celo en sus respectivos dispensadores, de esos dentados para cortarlo a trozos. Además (por si fueran pocas pistas) de que te ACABO DE DECIR QUE SÍ. Le contestas que sí, pero insistes: «¿quieres bolsa?». Lo vas a llevar en la mano, en la mochila, en el bolso, en los dientes, en el culo... O te lo llevas puesto, como dice unx de cada tres graciosxs. De pronto, es como si le hubieras preguntado la raíz cuadrada de 237. Se miran, como si no se reconocieran. Miran hacia un costado, miran hacia otro, levantan un brazo. ¿Quiero bolsa? ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? ¿Realmente quiero este libro? ¿QUÉ es una bolsa? La decisión de Sophie, amigx. Se habla, a menudo, del bloqueo del escritor, pero poco, o nada, se habla del bloqueo del comprador. 

Luego está el/la que se queja porque hay cola. Puedes escuchar cómo refunfuña porque hay mucha gente, por lo lento que avanza la cola; escuchas perfectamente cómo gimotea porque el mundo no se detiene, porque no dejamos todo para salir corriendo y atenderlo a él, cuyo tiempo es tan valioso que un solo minuto de espera es un desperdicio terrible. Y cuando al fin llega su turno y, tras los trámites de rigor, le dices el precio, entonces y solo entonces se pone a buscar la cartera en los bolsillos, se palpa un lado del pantalón, se palpa el otro, el bolsillo de atrás, el del interior de la chaqueta, los del abrigo, dónde se habrá metido esa condenada billetera, y luego te preguntas por qué la cola avanza despacio, pues por CRETINOS COMO TÚ, por qué va a ser. ¿No se te ocurrió mientras hacías cola que en algún momento TENDRÍAS QUE PAGAR? A lo mejor te hacían falta un par de minutitos más de cola para darte cuenta. Ay, espera, que tengo los diecisiete céntimos por aquí... Mientras rebusca en el bolsillito pequeño del vaquero, del que no salen más que pelusas e inmundicia. Uno, dos, tres, ay, no, esto es un botón... Y alguien detrás que se queja por lo lento que avanza la cola, es que esto es intolerable... PUES NO TE VEO BUSCAR LA CARTERA, AMIGO.

¿Y qué me dices del que te pide que envuelvas seis libros en seis paquetes diferentes y que además le pongas el nombre a cada uno? Y te suelta los seis nombres de golpe como si tú te fueras a acordar ni del primero. Los fubolísimos para Mario, Anna Kadrabra para Elena, El capitán calzoncillos para Pablito, Superpedete para Cuqui... y una copia de El principito para todos porque es tan bonito y así no se pelean. Le lanzas un bolígrafo con el primer paquete para que vaya haciendo algo a ver si cierra un poco la boca, pero te dice no, escríbemelo tú, que si reconoce mi letra sabrá que los Reyes no existen. Porque es muy listo, ¿no sabes? Tiene cinco, pero como si tuviera siete. Un portento. Pues si es tan listo no tardará mucho en darse cuenta de que su padre es un cretino. Así que escribes con tu mejor caligrafía de paje de Baltasar «Para Cuqui, me cago en tus muertos». 

Pero el que de verdad me da ganas de saltar el mostrador y apuñalarlo con el canto afilado de una taza rota de Mr. Wonderfull —¡Nunca dejes de soñar!— hasta que su cuerpo exangüe caiga al suelo entre libros de oferta de Dolores Redondo y Mercedes Ron es el que cuando ya te estás girando para envolver el libro te dice: pero le sacas el precio, ¿eh? ¿De verdad? ¿Eso es lo que hay que hacer cuando se envuelve un regalo? ¿Sacarle el precio? No se me habría ocurrido ni en un millón de años. Siento lástima por todas esas personas que llevaron sus regalos con el precio puesto, todas esas familias rotas por la infamia de ver cuánto cuesta el libro al romper el envoltorio. ¿Por qué nadie me avisó antes, dios mío? Una nueva era empieza hoy, día en que usted vino para iluminarme con su profunda sabiduría. Ojalá llenar el libro de etiquetas con el precio cada vez que me lo dicen.

Y luego está el que se ofende porque la bolsa es de pago. Pues me parece fatal, aún encima de que os voy por ahí haciendo publicidad... Sí, se va a volver loca la peña, van a venir en masa después de verte a ti con la bolsa. Y le dices, pues vale. Es que yo compro aquí desde hace mucho, gasto mucho dinero aquí, y esto de que cobren la bolsa atenta contra mis santos cojones... Silencio. ¿Has acabado ya? Sin bolsa, entonces. Aquí tiene. ¡Pues me harás un descuento entonces, que yo vengo mucho! Descuento el que te han hecho en los cubatas que te has tomado antes de venir a darme la tabarra.

¿Y qué tal está este libro?, sosteniendo la última chorrada de Reverte. Pues ese en particular no lo he leído, mire usted, qué casualidad. ¿Cómo? ¡¿No lo has leído?! No, señora, pero me pongo con él en cuanto acabe con los otros 35.000 libros que hay en la tienda. Ahora mismo voy por el número tres de Perrock Holmes. 

Pero mi favorito es el que te suelta es que en Amazon está más barato. Buaaa, buaaa, mira cómo lloro. ¿Pongo yo los precios en Amazon? ¿Tengo cara de poner los precios en esta tienda? ¿Por qué no se compra por Amazon Prime un viaje a la mierda y se va con sus tonterías a otra parte? Y no me hagas hablar del facha que se lleva todo cuanto bodrio vomita cada Cayetana. Es que los comunistas van acabar con el mundo, se van a comer a nuestras hijas y nos van a matar a todos... Me parece fantástico, pero que empiecen por ti o por mí, porque no te puto aguanto ni un minuto más. Y ahora, si me lo permites, va a salir uno nuevo de Isadora Moon y ya voy tarde para leerlo.



5 comentarios:

Martea dijo...

Ay ay ay! No puedo parar de reír...mil gracias por el relato.
Besazo

Marqués de Sada dijo...

jajaja cuánto me alegro! Gracias a ti por leerlo!!! :) un beso grande!!!

Pau Prado dijo...

Por favor….no dejes de escribir nunca!! No he parado de reírme y lo mejor de todo, de sentirme súper identificada.
Fantasía lectora señores!

Martea dijo...

Me sumo a la petición "no dejes de escribir nunca!
Y si...identificada a tope!!! jajaja

Marqués de Sada dijo...

¡Cómo se nota que somos todxs del gremio! jajaja muchas gracias por los ánimos!!

<3