4/10/21

Mallorca, danke sehr!

Vuelvo de Mallorca como quien regresa de un viaje al extranjero. ¿Puede ser el único lugar del mundo en el que el castellano sea una lengua minorizada? Y es que el territorio más meridional de Alemania cuenta con bares diseñados para que los teutones se sientan como en casa, restaurantes donde te reciben con un guten tag y supermercados en los que la comunicación se ve reducida a las señas si no tienes al menos un A1 de alemán. Me fascina el esfuerzo que hacen estos hijos de Lutero (cuatro millones y medio en 2019) para irse de vacaciones renunciando lo menos posible a su estilo de vida. Si hubiera playa en Berlín y subiera la temperatura unos diez grados, probablemente nunca dejarían su país. 

La segunda noche me llevan a un Biergarten y nuestro anfitrión le explica al portero, una inmensa torre musculada, fotocopia idéntica de las otras tres moles cancerberas que guardan la entrada del establecimiento y velan por su orden, cuántos somos en perfecto alemán (perfecto al menos para mí, que nunca he sabido pronunciar Schopenhauer). Pero, para ser justos, allí no solo hay alemanes. También hay austriacos. Es un local inmenso en el que la gente se agrupa ordenadamente en mesas separadas entre sí. Al parecer, la pandemia ha hecho estragos: en sus buenos tiempos, la gente estaba de pie y se esparcía por la sala hasta que no cabía un alma. Las restricciones dificultan la socialización, aunque alguno lo intenta arrastrando la silla de mesa en mesa para que no le puedan reprender por estar de pie.

Después de unas cuantas jarras de cerveza, unos licores de hierbas de Mallorca y unos mojitos de fresa (¿por qué no?), salgo un momento del local, no sin antes avisar al sosias alemán de Dwayne Johnson, la Roca, de que enseguida vuelvo. El garito ha completado su aforo y hay gente haciendo cola para entrar. No quiero que el portero me mande de un sopapo al final de la fila por intentar colarme.

Hace una noche excelente para mear en la playa. Ante mí se extiende la abrumadora negrura de un mar en que las leyes naturales se invierten: aquí cuando te bañas se puede notar si alguien ha meado a tu alrededor porque de pronto el agua está más fría. Vuelvo al Biergarten y Dwayne Johnson me da el alto con la mano cuando intento entrar. Le digo que soy yo, que he salido hace un rato, que le había avisado. Pero me sigue haciendo el alto con la mano. Ya sabía yo que esto iba a pasar. Que no han sido ni cinco minutos, no me toques las narices. Cuando por fin dejo hablar al mastodonte, me dice en perfecto castellano —lo cual me sorprende y mucho— que sí, que muy bien, que puedo entrar, pero que en vez de por la salida, qué tal si pruebo a hacerlo por la entrada. Miro hacia donde me señala y allí veo al Dwayne Johnson con el que había hablado antes de salir. Me disculpo con Vin Diesel por la confusión y entro por donde me corresponde mientras ellos niegan resignados con sus musculadas cabezas rasuradas.

Pero si vas a Mallorca, has de saber que no todo es beber allí. La isla cuenta con bellos parajes naturales, como Caló des Moro, una preciosa cala de aguas paradisíacas en la que la gente hace colas para acceder de entre tres y cuatro horas. ¡Cuatro horas, amigx! El mundo se va a la mierda. Por suerte, cuando nosotrxs llegamos ya era algo tarde y la persona a cargo del control de aforo había recogido sus bártulos y finiquitado su jornada. Así que no tuvimos que esperar para descender por el escarpado camino hasta una calita con tanta gente por metro cuadrado como el Biergarten en sus buenos tiempos.

Enseguida nos metimos en el agua esquivando a decenas de modelos posando de medio lado con el cuello retorcido y el agua por las piernas ante un fotógrafo con la rodilla hincada en la arena buscando el mejor ángulo, un codo levantado, el culo en pompa, la cabeza ladeada y sin preguntarse en cuántas fotos saldrá de fondo en esta ridícula postura.

La verdad es que el esperpento merece la pena, el baño en un agua de ensueño casi hace que se me olvide el estrés que he tenido que pasar para conseguirlo. Cuando me estoy acercando a la orilla para salir, noto un alga que se enreda en mi pie, lo cual me sorprende, porque el agua no puede estar más cristalina, o eso he oído, porque una vez que me quito las gafas el mundo se vuelve borroso para mí. Levanto el pie y acerco un poco la cara al agua, y el alga resulta ser una toallita húmeda —cualquier toallita flotando en el mar está húmeda, pero ya me entendéis— y del asco casi me corto el pie a bocados y lo dejo allí flotando. Serrat, cariño, me parece muy bien que hayas nacido en el Mediterráneo, pero se te está llenando de guiris y de guarros.

La oferta gastronómica también es amplia en Mallorca. Entramos en un lugar atraídos por el anuncio de un cerveza que hacía tiempo que no veía por ningún lado, una birra de aspecto mexicano que en realidad, sorpresa, está elaborada en Alemania. El Iron Diner resultó ser un restaurante decorado con fotos de Arnold Schwarzenegger regentado por dos culturistas alemanes en el que además de comer sano y sin azúcar (según su página web en alemán) puedes disfrutar de un buen batido de proteínas, un lugar de encuentro para todas esas personas que «se dedican al fitness, la belleza y la salud». 

Lxs dueñxs del Iron Diner, el Restaurante de Hierro


Ya en el avión de vuelta, la chica que va sentada a mi lado se pone unos auriculares y le da al play a una película en su móvil para refugiarse de los gritos del bebé de la fila de delante. Yo, atraído como una polilla hacia la luz, no puedo evitar que la vista se me desvíe de vez en cuando hacia la pantalla. Mi estupefacción va creciendo mientras intento adivinar qué película está viendo por los fragmentos sueltos que capto. No consigo averiguar cuál es, pero no me queda ninguna duda de lo que está viendo: una película de secuestros aéreos. Caras de pasajeros preocupados, carreras por el pasillo, gente armada, la torre de control abarrotada de personas circunspectas, escenas de acción, el avión que da bandazos, gente gritando, peleas, villanos con cicatrices en el rostro, el piloto inconsciente... Lo típico, vaya. Lo que inevitablemente hace que me pregunte con qué clase de psicópata comparto viaje, a ver si va a ser de esa gente que paga por elegir su asiento en el avión o que va sola en el coche con la mascarilla puesta...

Pero si algo hace de Mallorca un lugar especial, amén de todo lo dicho, es su próspera industria, y no me refiero ni a la hostelera, ni a la construcción, ni al turismo, ni a la hostelería... Me refiero, cómo no, a la industria de las postales, las mejores, sin duda, del mundo:




4 comentarios:

Unknown dijo...

La vida en El Arenal no podría haber sido mejor descripta.
Gracias señor por compartir su visión del mundo con tanta soltura y elegancia.

Marqués de Sada dijo...

¡Ay, que me sonrojo!

Martea dijo...

Ains! Que apetecible Mallorca, esas postales no tienen desperdicio! Que bueno recuperar éste Blog 😉

Marqués de Sada dijo...

Las postales, lo mejor de Mallorca sin duda! Me alegro de verte por aquí de nuevo! :)